lunes, 22 de abril de 2013

La Violencia Aprendida: Nuestros Niños Pagando los platos rotos



Por Melina Ortega.

Tantos son los estudios e investigaciones que avalan la certeza de que la formación de hábitos es una conducta aprendida, nacida de la vivencia y la repetición continua de acciones y reacciones bajo ciertas circunstancias; que no podría citar en este espacio a todos los autores que así lo han demostrado.

La violencia, como toda conducta, se aprende. En la cuna de la sociedad, donde se supone que todo ser humano debería de recibir amor y cuidados para su desarrollo; es precisamente donde se engendra el círculo vicioso cuya enseñanza se trasmite a los hijos, quienes al crecer, si no reciben ayuda a tiempo, reproducen esta condición con su descendencia, cayendo en un cuento de no acabar hasta que alguien decida poner punto final y terminar esa maldición.



 Y no me refiero a un tipo de violencia en particular pues aunque existen diversas formas reconocidas hoy en día (violencia física, verbal, psicológica, de género, etc.), algunas cuyas consecuencias son más brutales que otras, al final, todas resultan ser lo mismo: un maltrato hacia otras personas, sean familiares o no.

Una persona violenta, difícilmente puede decir que no recibió el ejemplo de alguien a su alrededor. Cuando nacemos, y durante nuestra infancia, somos un libro en blanco, no venimos al mundo cargados de pensamientos negativos o con la violencia genéticamente en nuestro ADN.

Por eso es que debemos cuidar lo que nuestros niños ven y escuchan, las amistades que tengan, los lugares donde suelen pasar tiempo fuera de casa, las personas que los cuidan cuando nosotros estamos trabajando, incluso hoy en día, los sitios web que visitan y la música que escuchan; porque son una esponja absorbiendo todo, aun cuando parezca que no están poniendo atención.



¿En tu casa no hay violencia conyugal? Felicidades, entonces ahora piensa ¿Qué tipos de juguetes le compras a tus hijos? ¿Pistolas de agua, espadas de plástico, tanquecitos de guerra, soldaditos armados, video juegos bélicos? ¿Qué programas suele ver en la televisión? ¿En qué sitios navega por la web?



El “Bullying”, es una forma de violencia recientemente reconocida; que solo los padres de los niños que lo sufren parecen tomarle importancia. Si la escuela es el lugar donde los niños pasan más tiempo después del hogar, ahora imaginemos la vida de un niño violentado todas estas horas, todos los días escolares, sin recibir ayuda de nadie. Estos pequeños, a su corta edad viven con miedo, presentando cuadros de estrés que minan su sano desarrollo.



¿Por qué la sociedad sigue buscando respuestas a hechos violentos cuando no hacemos esfuerzos considerables por ver las señales de alarma frente a nosotros? Si tienes un hijo abusador, debes reconocerlo, y tomar urgentemente cartas en el asunto. El abuso no se limita a golpes, si tu hijo suele burlarse de los demás, debes preocuparte por ayudarlo a cambiar ese hábito. Debemos inculcarles el valor del respeto a sí mismos, respetándolos, para que aprendan a respetar a los demás; para que puedan comprender, que son personas con derechos, en una sociedad que busca convivir en paz. La violencia solo genera más violencia, del mismo modo que los gritos obtienen gritos más fuertes. No violentes a tu hijo, escúchalo.



Ensenada ya fue testigo de un ataque cuchillo en mano por parte de un niño víctima de bullying contra sus dos compañeros agresores. Los ataques con armas de otros niños en sus centros escolares alrededor del mundo, podrían ser parte de este síntoma también.

Si señores, la violencia se aprende. Aunque no queramos aceptarlo, la tenemos justo frente a nosotros y a veces cuesta trabajo reconocerla, pero si rebuscamos podemos encontrar que hay incluso, una violencia justificada en aras de la defensa divina.



Somos la única especie que hereda el odio a sus hijos. Hacemos que paguen nuestros platos rotos, rompiéndoles los sueños, y la esperanza de vivir en un mundo sin violencia: antes de empezar a caminar, se dan cuenta de que un golpe, un grito pueden venir de quien se supone los ama. Antes de conocer a más personas, ya aprendemos que nuestra propia familia es a veces el peor de nuestros verdugos. ¿Ya hablaste con tu hijo hoy?


lunes, 15 de abril de 2013

Pobreza y Obesidad Infantil en México: Las dos caras de la Moneda

Por Melina Ortega Pérez Tejada.

Mientras que la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (2012) en México informa que un 32% de los niños entre 5 y 11 años de edad tienen sobrepeso; el 54% de los niños y adolescentes mexicanos se encuentra viviendo en situación de pobreza, y un 13% de ellos está sumergido en la pobreza extrema. 

De hecho la población infantil que tuvo mayor pobreza y vulnerabilidad fueron los niños entre 0 y 5 años, prácticamente bebés, que se encuentran sobreviviendo en hambruna, falta de acceso a servicios de salud y educación. 7 de cada 10 niños o adolescentes, de este grupo son indígenas (CONEVAL, 2013).



Esto indica que respecto a cifras del 2008, hubo un crecimiento en la carencia de acceso a la alimentación, al mismo tiempo que disminuyeron sus ingresos; ya en otras columnas he informado los datos sobre el trabajo infantil, que lejos de ser un mito, es una triste realidad que afecta a nuestro país y en todo el mundo, hasta en las naciones más desarrolladas.

Resulta ilógico que mientras la mitad de nuestros niños se mueren de hambre, la mayor parte de la otra mitad tenga problemas de sobrepeso, dados naturalmente por el exceso de alimentos más que por la falta de ejercicio, o los alimentos chatarra, pues éstos no dejan de ser bocado que llevarse a la boca; existiendo niños que ni eso pueden comer.

Ban Ki-Moon, Presidente de la ONU sostiene que en el mundo hay suficientes alimentos para toda la población, pese a ello, hay casi mil millones de personas en el mundo pasando hambre. Shutter (2011), por su parte, dice que “cuando un niño o niña muere de hambre en el mundo, él o ella han sido asesinados”; en este contexto, recuerdo una frase: “No puedo aventar mi pan hasta África”, argumento de quienes tiran la comida justificando no poder enviarla hasta la población hambrienta; sin embargo, no tenemos que ir al otro lado del mundo para poder ayudar a quienes menos tienen, o para poder compartir, no las sobras de lo que no consumimos, sino un poco de lo que tenemos, mucho o poco; nadie se vuelve más rico por no ayudar, ni se queda más pobre por hacerlo.

Tristemente puedo asegurarte, que si de momento no te viene a la mente el nombre de algún vecino o conocido tuyo que sepas que está pasando por momentos difíciles, y que tiene niños que dependen de ésta persona para poder llevarse alimento a la boca; te invito a hacer memoria; a reflexionar un poco y podrás darte cuenta de que ´siempre podemos ayudar a alguien, conocido o desconocido, en nuestro día a día´, no me refiero a que regales dinero; hablo del hecho de que en tu despensa puede haber una sopa o un kilo de arroz,  que tú de momento no estás consumiendo y que puede ser el alimento del día de un niño a tu alrededor.

No hay nada más desesperante que tener hambre y no tener alimento para comer, pero en el caso de los niños, como bien dijo Shutter, morir de hambre equivale a un asesinato, cuyo homicida es la sociedad en general; al no exigir a su gobierno que atienda el problema urgentemente hasta erradicarlo, al permitir que nuestros impuestos se vayan gastando en asuntos menos importantes como pines de oro y seguro de gastos médicos mayores para nuestros legisladores, cuando todo ese dinero pudiera destinarse a comedores en escuelas y asegurar el alimento para nuestro futuro: los niños.

Siempre hay maneras de actuar. No estoy diciendo que te quites el alimento de la boca o se lo quites a tus hijos, pero piensa un minuto y si fueran ellos quienes estuvieran en esa situación, ¿no te gustaría que recibieran un poco de ayuda? Tal vez cambies la vida de un niño con una sola acción que hagas.

¿Problemas de obesidad? No pongas a tu hijo a dieta, mejor enséñale a compartir los alimentos. Eso sí, antes de tirar tu comida, o de permitir que tus hijos la desperdicien; recuerda que mientras tú estas satisfecho; hay 21 millones de niños mexicanos con hambre.









eclecticahoy@gmail.com

lunes, 8 de abril de 2013

Caminito de la Escuela*

*Por Melina Ortega.

Hablar de la educación, en sentido estricto, obedecería a la formación que se recibe propiamente en la escuela. Cada día, millones de niños en el mundo emprenden caminito a la escuela para recibir enseñanza. Algunos cubren largas distancias a pie o en autobús, barca, bicicleta, taxi, trineo o en el metro. 

Aquí, en la Delegación de Ojos Negros, Baja California; hay casos de niños que caminan descalzos en pleno invierno para acudir a la escuela, algunas veces con la barriga de farol, pero siempre con el deseo de aprender algo nuevo.




Si bien la educación recibida en la escuela no sustituye de ningún modo a la educación en valores recibida en la familia, existe suficiente evidencia empírica demostrando que la escuela constituye una organización social importante para poder formar a los futuros ciudadanos de cualquier lugar, sociedad y cultura (Denegri, 1998).

Acudir a la escuela representa la oportunidad única para que los niños puedan ser instruidos no solo en las ciencias básicas y humanas que tradicionalmente forman parte del nivel mínimo de conocimientos que nos sirven para saber, los descubrimientos hechos por el hombre y la historia de la humanidad así como la de nuestro país; sino que es, un proceso de transformación de los pequeños seres humanos, en personas capaces de convivir en el grupo social donde se encuentran inmersos. Ya desde tiempos ancestrales, cada etnia y cada pueblo tenían su propia escuela, centros de transmisión del conocimiento; que en algunos casos solo estaban permitidos para clases sociales privilegiadas.

México ha pasado por un largo y doloroso proceso de cambio en lo que a educación se refiere: desde tiempos de la conquista, pasando por épocas porfirianas y las guerras cristeras, podemos ver que la educación para todos los niños y sobretodo, gratuita; constituye uno de nuestros más preciosos logros como sociedad; pero considerando el hecho de que aún no existen suficientes docentes que instruyen este conocimiento básico en lenguas y dialectos indígenas; aún falta camino que recorrer para lograr por ejemplo, una tasa de alfabetización del 100%.

Al cumplir 5 años de edad, un niño en México debería de estar acudiendo al tercer nivel del preescolar; incorporarse a la primaria al tener 6 años cumplidos, pero datos censales indican que 3.6% de la población infantil de 8 a 14 años, no sabe leer ni escribir, 29.6% de los cuales no asiste a la escuela por lo que resulta probable que no adquieran esta habilidad o la adquieran tardíamente, si se incorporan nuevamente al estudio.

En Baja California, el 5.5% de la población de 5 a 14 años del 2010, no asistía a la escuela; 2.2% de la población infantil de 8 a 14 años, no sabía leer ni escribir, 32.1% de los cuales ni siquiera iba a la escuela.

No recibir la educación elemental para adquirir la habilidad de la lectoescritura atenta contra un derecho universal y los efectos devastadores para quien lo padece, “hacen que las personas presenten baja autoestima, escasa autonomía y poca reflexión crítica; ser ‘víctimas de engaños’ y presentar limitaciones para conocer y acceder a sus derechos individuales que por ley tienen, así como para participar en la consecución de los derechos colectivos, esenciales para la dignidad del ser humano”.

El derecho de los niños de acudir a la escuela en lugar de estar trabajando; debería ser tomado como una obligación por toda la sociedad para expandir programas destinados únicamente a ello: becar a los que no pueden estudiar por estar trabajando para sobrevivir, es una de las obligaciones que permea en el gobierno de cualquier país.

Jhones (1995) sostiene que la educación aumenta la productividad marginal de los individuos, Blaug (1996), dice que la educación es una herramienta que permite a las empresas identificar a los trabajadores más productivos; podemos inferir entonces que la educación no solo conviene a cada individuo sino que se traduce en un bienestar general, multiplicando los efectos para todos.

Si la pirámide poblacional se sigue invirtiendo, tendremos menos niños en cada generación; ¿no deberíamos estar trabajando para lograr que todos ellos tengan instrucción suficiente para vivir dignamente y sacar el país adelante? Para Gabriela Mistral, el futuro de los niños es hoy, mañana será demasiado tarde.


eclecticahoy@gmail.com

Las imágenes que se adjuntan en esta columna, fueron tomadas de kurioso.es**, mostrando niños alrededor del mundo en diferentes condiciones adversas para poder ir a la escuela:













¿Quiere ver un excelente reportaje sobre las condiciones que millones de niños alrededor del mundo deben afrontan diariamente para poder acudir a la escuela?, aquí el enlace: "Papá, Hoy no me apetece ir al Colegio"



lunes, 1 de abril de 2013

La Pequeña Sociedad Trabajadora.

Por Melina Ortega.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo casi 215 millones de niños trabajan en el mundo, muchos de tiempo completo, que no pueden ir a la escuela, tampoco pueden jugar; más de la mitad se encuentran expuestos a las peores formas de trabajo en ambientes peligrosos, esclavitud, y otras formas de trabajo forzoso.



Imagen: tomada de elblogdelrauls.blogspot.com

En México los datos censales para determinar la población infantil van de los 0 hasta los 14 años cumplidos; porque a partir de los 14, se puede incorporar a trabajar teniendo autorización de los padres, pero al tener 16 ya no se necesita este permiso, pudiendo trabajar por su propia cuenta.

Según la Encuesta de Ocupación y Empleo en México, la tasa de ocupación infantil por edad es de 1.9% en los niños de 5-9 años; 6.4% en niños de 10-13 años y 24.8% en los de 14-17 años.

El 47.3% no recibe ingreso o su pago es en especie, 31.9% tienen jornadas mayores a 34 horas semanales; 5.7% trabajan en lugares no apropiados, 27.2% están expuestos a riesgos de trabajo y 4% tuvo algún accidente, lesión o enfermedad que requirió atención médica.

Cuatro de cada diez niños trabajadores no asisten a la escuela; y tan solo en la población infantil jornalera agrícola (39.1% de la población trabajadora agrícola, es menor de edad), la SEP calcula que menos del 10% de los niños jornaleros van a la escuela.




En 2010, para Baja California, 5.7% de los niños de 5-17 años realizaban una actividad económica, y por edad, la tasa de ocupación fue de 0.6% en los niños de 5-9 años; 3.2% en los que tenían de 10-13 años y 14.4% en los de 14-17 años.

El 35.8% necesita el dinero para pagar su escuela y/o sus propios gastos, 30.4% declaró que en su hogar necesitan de su aportación económica o su trabajo y 16% trabaja para aprender un oficio.
Imaginarse a un “adolescente” trabajando no supone alarma para la sociedad, puesto que es “natural” y la mayor parte de las veces, “bien visto” que a esta edad teniendo ciertas ambiciones respecto al consumo de algunos productos y servicios que en algunos casos son necesarios y en otros, llegan a ser lujos para los padres que al tener un ingreso promedio, no pueden costear (celulares, computadoras, ropa de “marca”, etcétera), sean ellos mismos quienes trabajando aprendan a ganarse su ingreso y valoren el esfuerzo que representa traer dinero en el bolsillo. Sin duda esta experiencia puede forjar el carácter financiero, bajo un contexto de auto satisfacción económica dejando de lado el solo estirar la mano para recibir todo en bandeja de plata.



Pero hablar de trabajo infantil, bajo un contexto emanado de la pobreza y las condiciones de sobrevivencia diaria; debe tomarse tan en serio como el tema del aumento de impuestos.

¿Qué orilla a un niño menor de 14 años a trabajar, cuando su única obligación es estudiar? 

¿Qué necesidad debe satisfacer para dejar el sueño y el juego por un lado, acudiendo a pizcar el campo en la madrugada, a limpiar carros, vender dulces o empacar mandado?

¿Quién bajo su propia voluntad manda o permite que estos niños se incorporen tan pequeños a una actividad laboral que en condiciones normales, ningún adulto haría sin una paga de por medio? 

Solo la necesidad, hija de la pobreza; que en lugar de disminuir, ascendió a poco más de 3 millones del 2008 al 2010.



De acuerdo a la UNICEF, el trabajo infantil constituye una violación de los derechos de los niños, impide su sano crecimiento truncando su desarrollo escolar, representa un obstáculo en el desarrollo social y económico de cualquier país, pues impide generar las competencias de su futura fuerza laboral favoreciendo la transmisión intergeneracional de la pobreza, al tiempo que perpetúa las desigualdades existentes.


No debemos considerar el trabajo infantil como la elección de un niño: no por gusto se deja a un lado el juego para iniciar una vida laboral. En la medida que reciban las oportunidades y ayuda necesaria para vivir dignamente y desarrollarse sanamente, estaremos forjando un futuro de bienestar para toda la sociedad. 

Ellos son personas hoy y serán los adultos de mañana, pero jamás volverán a ser niños....
"El futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde" [Gabriela Mistral]