Por Melina Ortega.
Cercanas están las fechas en las que peligran el aguinaldo y
nuestros ahorros de todo el año, peor aún, todo el presupuesto del año que
viene (2014) se puede mermar y desbalancear a causa de un inapropiado uso de
estos valiosos recursos y la posible adquisición de una deuda a través de
cualquier crédito en estos días en los que viene “el buen fin”.
Antes de salir disparado a comprar, comprar y comprar, te
conviene leer esta pequeña disertación sobre lo que en realidad puede hacerse y
aprovechar las relativas “ofertas” que nos ponen para gastar nuestro dinerito.
El año anterior hice una columna para el periódico local
donde solía participar, sobre un posible origen de lo que hoy conocemos como el
“Black Friday” (quienes vivimos cerca de la frontera con los Estados Unidos de
Norteamérica); y del lado de los empresarios, me puse el sombrero de vendedor
para darles consejos sobre cómo estimular sobremanera los ingresos en
determinadas fechas especiales (a través de un calendario de oportunidades), o
bien, crear una con el objetivo de rescatar un inventario obsoleto o renovar
mercancías de temporada.
Pues bien, este año quiero ponerme del lado de los
consumidores; de manera que este pequeño artículo tiene que ver, no solo con el
aprovechamiento de tales “ofertones” que tientan a más de un tacaño, sino que
pretendo llevarlos un poco más allá en lo que se refiere a distinguir cuando en
realidad necesitamos algo que podemos o no comprar, y la verdadera razón que
hay detrás de un consumismo desmedido, fomentado en estos días por todo el
sistema económico que, alienado como la más bella constelación, pretende hacer
circular rápidamente el dinero que suele llegar a nuestros bolsillos a través
del pago del aguinaldo, del fondo de ahorro y otras prestaciones que algunos
trabajadores (los más afortunados) tienen.
Para quienes no lo sepan, este “BF” se hace en Estados
Unidos de Norteamérica, y consiste en un día (el último viernes del mes de
noviembre, coincidente con las festividades del Día de Acción de Gracias de los
norteamericanos) un solo día de súper ofertas en todo el sistema comercial,
ofertas que “verdaderamente” un consumidor difícilmente puede desaprovechar,
pues se llega a encontrar artículos hasta por un 80% por debajo de su precio
normal, o bien, otro tipo de promociones que pueden ser 2x1, 3x2, etc… en otras
palabras, quienes ya saben y conocen los descuentos que se pueden encontrar
este viernes del cada año (cuyas ofertas se extienden todo el fin de semana,
pero no en la misma intensidad), pues hace su cochinito (ahorro) para poder
comprarse ese día el objeto que tanto han deseado adquirir o bien, saturan sus
tarjetas de crédito para poder consumir “aprovechando” esas ofertas que no se
vuelven a encontrar en todo el año.
En México, desde el 2011 se ha impuesto un fenómeno similar
denominado “El Buen Fin”, justo en las mismas fechas que el BF norteamericano,
con la intención de evitar la fuga de consumo nacional para quienes viven en la
frontera (quienes se van a hacer sus compras allá a EUA y allá dejan su
dinerito, fomentando empleos allá) y también, con la intención de estimular el
consumo en todos los niveles de la economía local, regional y nacional; y
seamos honestos: si este “Buen Fin” mexicano no existiera, realmente habría
mucho más dinero fugándose al extranjero; el hecho de que aquí se hagan ofertas
“atractivas” es un buen intento de fomentar los empleos mexicanos; y de
aprovechar para comprar artículos a buenos precios, que en ningún otra fecha
del año podríamos tenerlos con esas condiciones.
Yo no estoy contra el BF, pero si estoy contra el consumismo
desmedido. Una cosa es necesitar algo y comprarlo (tener dinero para comprarlo,
tener un crédito disponible para adquirirlo, o bien, comprar o adquirir a
crédito, a través de una deuda algo que en realidad no se necesita), y otra
cosa es comprar artículos que en realidad NO necesitamos, al menos no con
urgencia en un momento dado.
Hay una diferencia muy significativa de por medio, de hecho,
hay una tranquilidad o un periodo de estrés entre las dos situaciones: o te
sientes tranquilo porque ya adquiriste eso que necesitabas con desesperación
para solucionar una carencia, o te haces de algo que no necesitabas, y obtienes
una deuda que te dejará sin dormir (incluso si el consumismo es verdaderamente
excedente, sin comer y sin la posibilidad de poder satisfacer verdaderas
emergencias) en el futuro.
Hace un par de semanas, me encontraba esperando el verde de
un semáforo en mi hermosa ciudad, cuando de repente noté un anuncio
espectacular que literalmente, “ordenaba” a quien leyera el anuncio ir a
tramitar un crédito a una famosa tienda departamental (famosa entre la
población trabajadora), para “prepararse” para el “BF” (Aquí te posteo la foto que alcancé a tomarle al anuncio). Mi primer pensamiento
fue “vaya, apenas terminamos agosto y ya nos están recordando que tenemos que
gastarnos el aguinaldo que todavía no recibimos”, pero en realidad meditando
sobre el asunto, no se trata solo del aguinaldo (dinero que técnicamente
tenemos en efectivo y que es en teoría, nuestro), sino que ya estimulan “la
deuda” per sé.
Imagen: Tomada por mí.
**No sé si alcancen a distinguir en la imagen, pero arriba de la orden, viene el logo que usan para "El Buen Fin"**
Verán ustedes, tampoco es que yo esté contra el crédito,
pues resulta no solo una buena oportunidad para adquirir bienes que realmente
necesitamos para vivir cuando no podemos pagarlos de contado, sino para
hacernos de objetos o servicios que si resultan necesarios para nuestra vida
cotidiana. Por ejemplo, todos necesitamos una casa donde vivir (dormir,
descansar, comer, etc, etc), pero una persona con ingresos promedio en este
país, difícilmente puede hacerse de un inmueble pagándolo de contado. Es decir,
¿cuántos años tendría que estar ahorrando para poder juntar una cantidad de
dinero tal, que permita obtener la casa? En casos como este, un crédito resulta
la mejor opción para poder hacerse del bien que se necesita, y disfrutar de él
mientras se va pagando, amortiguando la deuda a varios años para que no resulte
en pagos elevados que tampoco permitan poder obtener los otros bienes
necesarios para vivir, tales como los alimentos, ropa, calzado, medicinas, transporte,
pagar los servicios de agua, luz, etc, etc.
Sin embargo, cuando se usa de manera incorrecta, un crédito
puede resultar en una verdadera condena del poder adquisitivo de las personas
en el largo plazo; tan solo por un momento de extrema debilidad durante una
racha consumista, podemos poner en riesgo la cantidad de dinero que necesitamos
para seguir “viviendo” dignamente, con un tarjetazo y una firma podemos mermar
la calidad de vida que ya tenemos y si esta no satisface del todo en este
momento todas nuestras necesidades, entonces nos encontraremos en el futuro que
ni siquiera tendremos dinero para lo indisensable.
Usar el crédito no es perjudicial, si aprendemos a hacerlo correctamente.
Si hay formas de uso inteligente de un crédito como por ejemplo, cuando hay
promociones a meses sin intereses pero aun cuando no hay promociones de por
medio, a veces resulta indispensable hacerse de los bienes aun cuando se pague
un poco más del precio original, siempre y cuando se obtenga el bien que se
necesita urgentemente para poder satisfacer una necesidad vital, pero pasar el
tarjetazo de crédito para comprar por ejemplo, un galón de leche, solo resulta
financieramente válido cuando no tienes el dinero contigo, cuando ni tienes ni
un peso para poder obtener ese bien que necesitas; recuerda que cada vez que
uses tu tarjeta de crédito, terminarás pagando intereses por comprar con dinero
que aún no tienes.
Por eso debemos aprender a distinguir y separa las
necesidades de los deseos. Tristemente la economía de una persona con ingreso
promedio, de la que depende su familia para poder vivir, difícilmente puede
darse el lujo de satisfacer todos los deseos que tenga, y los que tengan los
miembros de su familia que dependen de él.
¿A qué me refiero con una necesidad vital? Precisamente a
eso: una necesidad de la cual dependa un aspecto de nuestra vida. Hablando de
necesidades fisiológicas, ¿que necesitamos para poder vivir? El aire para
respirar, el agua para beber (y asearnos), alimentos que comer, ropa que
vestir, calzado para proteger nuestros pies, medicina cuando enfermamos, transporte
para ir de un lugar a otro en nuestras actividades productivas (salvo que solo
camines de un lado a otro, pero piensa que las personas que no pueden caminar,
necesitan un silla de ruedas para moverse); en fin, todas estas necesidades
tienen que ver con lo que realmente es indispensable para poder vivir (o
sobrevivir); fuera de ellas, todo lo demás es absolutamente un lujo del cual se
puede prescindir.
Bien, hasta el día de hoy todavía tenemos gratis el aire que
respiramos…fuera de eso, todo lo demás tenemos que pagarlo: pagamos una renta o
la mensualidad de una vivienda, pagamos por tener servicios de agua, luz, gas,
teléfono, internet (aunque este último no es indispensable para vivir, salvo
que tu actividad profesional o comercial, es decir, tu manera de ganarte la
vida dependa de tener internet disponible); nos compramos un cambio de ropa (o
la hacemos, pero para ello también debemos comprar tela, hilo, etc), nos
compramos nuestros zapatos, compramos un automóvil y la gasolina que necesita
para transportarnos o bien pagamos transporte público, pagamos todo,
absolutamente todo los bienes materiales y algunos servicios intangibles (como
el servicio médico, por ejemplo), para poder vivir.
Ahora bien, si hablamos de necesidades emocionales (de
acuerdo al clasificación de necesidades de Maslow, vienes después de las
fisiológicas y las de seguridad), entonces aunque tenemos necesidades de
autorealización y pertenencia a un grupo social, tampoco podemos decir que para
satisfacer tales “necesidades” se debe someter el ingreso del que dependemos
fisiológicamente para poder vivir. Aquí ya no hablaríamos de una necesidad,
sino de un “deseo”, un sentimiento muy personal de querer algo a pesar de no
ser una necesidad para vivir.
Entre los “deseos” más comunes que podemos ver en estos días
están el tener aparatos electrodomésticos o de alta tecnología para poder “estar
a la moda” (celulares, pantallas planas, videojuegos, etc); ropa y calzado
(cuando ya se tiene un guardarropa que esta en condiciones de usarse y que
sigue quedándonos la talla; o bien ya se tienen zapatos pero solo se busca
comprar más), perfumes, lociones, accesorios de todo tipo (extensiones de
cabello, fajas reductivas, pastillas milagrosas para bajar de peso), todo lo que
puede entrar en la categoría de lo que no resulta indispensable para vivir,
pero que llegamos a desear por imitar a quienes admiramos, o por mera
comodidad.
Tu presupuesto de gastos debe estar sujeto a tus ingresos;
en la medida que ganas, puedes incrementar tus gastos o bien, hacer ajustes y
recortes de aquí o allá para poder ir satisfaciendo otras necesidades que vayan
surgiendo (y que siempre surgirán, a veces como emergencias de salud, a veces
como otros compromisos) y si el día de hoy tu comprometes tus ingresos futuros
por la adquisición de un crédito para satisfacer un simple deseo; entonces pondrás
en peligro tu estabilidad económica y la de tu familia por un simple momento de
debilidad, en el cual tenías el dinero o un crédito disponible, y lo usaste
incorrectamente para satisfacer un deseo.
Antes de que llegue el tan esperado “BF”, asegúrate de que
tu ingreso disponible estará cumpliendo con las necesidades que tienes en tu
vida, antes que los efímeros deseos por algo que el día de mañana, habrá pasado
de moda o será tecnología obsoleta, o peor aún, de esos productos que si no
cuidas, o si no inviertes en mantenimiento, estarás tirando por la borda tus
ingresos y los de tu familia, y no solo los del momento de la compra, sino una
serie de pagos futuros a través de un crédito mal usado.
Empecemos preparándonos mentalmente para recibir bombardeos
de publicidad: comenzaremos a ver comerciales en donde veamos a gente
felizmente comprando cualquier artefacto de alta tecnología (original o de
imitación), que bien supone un objeto deseable para una persona promedio, pero
que no necesariamente necesitamos para vivir. Si, vemos a mujeres lindas y
delgadas, vestidas con lindas prendas y zapatos de moda, y queremos ser como
ellas; buscamos desesperadamente imitarlas, lo mismo va con los caballeros y
sus modelos masculinos; queremos salir cada fin de semana, tirar la casa por la
ventana, queremos estrenar automóvil, queremos estrenar perfume, pantalla
plana, videojuegos, celular, todo queremos tener… pero ¿a qué precio? ¿a costa
de vivir endeudados? ¿Y si se presenta una emergencia familiar, de salud, de
pagar médicos, medicinas, hospitalización? ¿Has pensado en tu futuro y el de
tus hijos? ¿Qué les vas a heredar?
Te creo si argumentas que al comprarles el objeto que ellos
tanto desean tu sientes bonito por haberle hecho realidad un sueño a tu hijo,
pero no siempre se puede. Debes aprender que no siempre podrás satisfacer todos
los deseos materiales de tus hijos, ellos deben aprender a valorar las cosas
que tienen, que tú con mucho esfuerzo les compras, y que por supuesto, no
fueron gratis. (Te sugiero que leas mi columna “La cultura de la deuda y un
propósito de año nuevo: ahorrar” que publique en enero de este año).
Recuerda mi querido lector que los hábitos se heredan, son
lo primero que aprendemos de nuestros padres y la gente con la que vamos
creciendo… Si tú no tienes una vida financiera estable y sana, lo más probable
es que tus hijos tampoco la tengan, porque ellos tienden a repetir lo que
observaron.
Ahora bien, solo recuerda que ni todo el oro del mundo, ni
todos los objetos de última novedad, ni toda la ropa de marca o el último
modelo de un automóvil pueden comprar la salud, la vida y el amor. Esto último,
el amor, es lo único que podemos poseer realmente aun sin tener absolutamente
nada que comer, que vestir o donde vivir; y ese no lo encontramos en ninguna
tienda porque sencillamente está dentro de cada uno de nosotros, y tenemos que
aprender a distinguir si nuestras compras materiales están buscando satisfacer una
carencia emocional profunda.
Imagen: tomada de internet.
Puedes ir y comprarles a tus hijos el último videojuego o
consola que salió al mercado; pero jamás puedes recuperar el tiempo que no has
estado ahí para escucharlos y decirles cuánto los amas. Puedes comprarle a tu
esposa un lindo atuendo de marca, pero eso no reemplazará jamás tu compañía en
los momentos de angustia personal. Puedes comprarte a ti mismo el par de tenis
más caros que haya en el mercado, pero jamás llenará el vacío que puedes tener
ante la falta de autoestima, o la compañía de tus seres amados.
Así que, no me queda más que pedirte, recomendarte y
advertirte; que antes de gastar un solo peso de tu aguinaldo y de tu ahorro, o
de comprometerte con un crédito por algo que no necesitas, pienses muy bien en
todas tus posesiones materiales y tus vacíos emocionales; antes de comprarte un
décimo par de zapatillas, tu veinteavo pantalón de marca, tu tercer perfume, tu
quinto videojuego, tu sexto abrigo de lana, tu octavo par de tenis… recuerda
que hay personas en la calle que andan descalzas y sin comida que llevarse a la
boca, sin lugar donde dormir; vistiendo prendas que no les quedan pero que se
las ponen porque son lás únicas posesiones que tienen; sin tener un abrigo para
taparse del frío, de la lluvia… ¿qué es lo que verdaderamente necesitas? ¿Qué estarás
satisfaciendo al comprar ese producto? ¿Si no lo compras te pasará algo malo?
Si tus respuestas a estas preguntas son obviamente, la compra por una necesidad
vital, adelante, adquiérelo sin remordimiento, ya sea de crédito o al contado, estarás
usando en tu propio beneficio la transacción, de otro modo, te sugiero
sinceramente, que te contengas de comprar algo que no necesitas y lo piense al
menos un día; si pasado ese día aún necesitas ese objeto para vivir, vé y
adquiérelo, pero siempre con la plena consciencia de que ese artículo se
antepone a tus necesidades futuras.
¿Cuánto tiempo tenemos realmente el dinero que recibimos en
nuestras manos? A veces apenas lo cobramos, ya lo repartimos, incluso hay
quienes ya tienen endeudado lo que aún no reciben; hagamos una seria reflexión
al respecto… La vida venimos a vivirla, a ser felices con nuestros seres
amados, y lo único que vamos a llevarnos a la tumba, son precisamente los
momentos felices que hayamos tenido.
Ya lo había sugerido en otra columna (“Consumistas”), ¿por
qué no tomas a tu familia y se van a pasar un buen rato a la playa, al campo,
solo con el pretexto y el motivo de que puedes hacerlo, de que tienen vida y
están juntos? Esas experiencias son las que no tienen precio y las que nos
forman como seres humanos felices en este maravilloso viaje que es la vida.
¡Cuiden sus carteras!... ¡Hasta la próxima!