Mientras que la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición
(2012) en México informa que un 32% de los niños entre 5 y 11 años de edad
tienen sobrepeso; el 54% de los niños y adolescentes mexicanos se encuentra
viviendo en situación de pobreza, y un 13% de ellos está sumergido en la
pobreza extrema.
De hecho la población infantil que tuvo mayor pobreza y
vulnerabilidad fueron los niños entre 0 y 5 años, prácticamente bebés, que se
encuentran sobreviviendo en hambruna, falta de acceso a servicios de salud y
educación. 7 de cada 10 niños o adolescentes, de este grupo son indígenas
(CONEVAL, 2013).
Esto indica que respecto a cifras del 2008, hubo un
crecimiento en la carencia de acceso a la alimentación, al mismo tiempo que
disminuyeron sus ingresos; ya en otras columnas he informado los datos sobre el
trabajo infantil, que lejos de ser un mito, es una triste realidad que afecta a
nuestro país y en todo el mundo, hasta en las naciones más desarrolladas.
Resulta ilógico que mientras la mitad de nuestros niños se
mueren de hambre, la mayor parte de la otra mitad tenga problemas de sobrepeso,
dados naturalmente por el exceso de alimentos más que por la falta de ejercicio,
o los alimentos chatarra, pues éstos no dejan de ser bocado que llevarse a la
boca; existiendo niños que ni eso pueden comer.
Ban Ki-Moon, Presidente de la ONU sostiene que en el
mundo hay suficientes alimentos para toda la población, pese a ello, hay casi
mil millones de personas en el mundo pasando hambre. Shutter (2011), por su
parte, dice que “cuando un niño o niña muere de hambre en el mundo, él o ella
han sido asesinados”; en este contexto, recuerdo una frase: “No puedo aventar
mi pan hasta África”, argumento de quienes tiran la comida justificando no
poder enviarla hasta la población hambrienta; sin embargo, no tenemos que ir al
otro lado del mundo para poder ayudar a quienes menos tienen, o para poder
compartir, no las sobras de lo que no consumimos, sino un poco de lo que
tenemos, mucho o poco; nadie se vuelve más rico por no ayudar, ni se queda más
pobre por hacerlo.
Tristemente puedo asegurarte, que si de momento no te viene
a la mente el nombre de algún vecino o conocido tuyo que sepas que está pasando
por momentos difíciles, y que tiene niños que dependen de ésta persona para
poder llevarse alimento a la boca; te invito a hacer memoria; a reflexionar un
poco y podrás darte cuenta de que ´siempre podemos ayudar a alguien, conocido o
desconocido, en nuestro día a día´, no me refiero a que regales dinero; hablo
del hecho de que en tu despensa puede haber una sopa o un kilo de arroz, que tú de momento no estás consumiendo y que puede ser el alimento del día de un niño a tu alrededor.
No hay nada más desesperante que tener hambre y no tener
alimento para comer, pero en el caso de los niños, como bien dijo Shutter,
morir de hambre equivale a un asesinato, cuyo homicida es la sociedad en
general; al no exigir a su gobierno que atienda el problema urgentemente hasta
erradicarlo, al permitir que nuestros impuestos se vayan gastando en asuntos
menos importantes como pines de oro y seguro de gastos médicos mayores para
nuestros legisladores, cuando todo ese dinero pudiera destinarse a comedores en
escuelas y asegurar el alimento para nuestro futuro: los niños.
Siempre hay maneras de actuar. No estoy diciendo que te
quites el alimento de la boca o se lo quites a tus hijos, pero piensa un minuto
y si fueran ellos quienes estuvieran en esa situación, ¿no te gustaría que
recibieran un poco de ayuda? Tal vez cambies la vida de un niño con una sola
acción que hagas.
¿Problemas de obesidad? No pongas a tu hijo a dieta, mejor
enséñale a compartir los alimentos. Eso sí, antes de tirar tu comida, o de
permitir que tus hijos la desperdicien; recuerda que mientras tú estas
satisfecho; hay 21 millones de niños mexicanos con hambre.
eclecticahoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante, Gracias por contribuir al diálogo.